19 de agosto de 2016
Ya
he vuelto de la primera parte de las vacaciones (me queda otra quincena). Han
sido unas vacaciones de contrastes, pero gratificantes. Una semana en el sur,
de paseíto matutino a lo largo de una playa interminable, de mareas
contundentes que nos hicieron "levantar el chiringuito" en alguna
ocasión, de lecturas bajo la sombrilla, de largos baños para aplacar el calor y
una excursión al pueblo de Platero para romper la monotonía de sol y playa y
del bufé del hotel. Algunos de los que somos de secano necesitamos el mar al
menos una vez al año, pero sin agobiar. Después de todo eso hemos ido al pueblo,
al corazón de la Alcarria, a la salida al campo con la fresca, el café leyendo
despreocupadamente el periódico, la siesta intermitente dormitando entre nadadores,
tenistas y otras especialidades olímpicas, alargando la tarde en el sillón sin
hacer nada de nada (tardes perfectas de vacaciones).
He
escuchado mucho y hablado poco en estos quince días. A una parte muy importante
del personal le ha calado lo de obligación de ponerse de acuerdo por parte de
los partidos políticos. Por lo que he oído esta opinión es más propia de los
votantes de Ciudadanos y del PP (al que por cierto han debido votar muchos
marcianos y marcianas), de algunos del PSOE y de ninguno o casi ninguno de los
de izquierdas y de los de Podemos. Se habla de la situación política como si no
fuese un motivo especial de preocupación. Da la impresión de que es una táctica
para poner a caer de un burro a los representantes políticos, en esta ocasión,
por no ponerse de acuerdo.
Como
la cosa va de contrastes, a la vuelta de mis vacaciones quiero destacar el
cambio radical de Albert Rivera, el
más español de los catalanes y de los españoles, que prometió en campaña no apoyar
a Mariano Rajoy ni por activa ni por
pasiva, que cambió de opinión después diciendo que se iba a abstener y que
quince días después ya ha llegado a un acuerdo con el PP, acuerdo poco
consistente, como demuestra el incisivo interrogatorio al que la periodista Cristina Pardo ha sometido a Miguel Gutiérrez, uno de los escuderos
de Rivera, y que se me antoja que es más un cheque en blanco para Rajoy que
otra cosa. Y dicho acuerdo no se ha firmado por la inconveniencia que supone
para España hacer unas nuevas elecciones, como repiten reiteradamente desde
Ciudadanos, se ha firmado porque probablemente Ciudadanos quedaría reducido a
la nada si se produjesen, porque los votantes de la derecha pensarán que para
acabar apoyando al original se le vota directamente y punto pelota. ¡Y en
navidad!. Rivera lo sabe. Rajoy también.
Más
contrastes: No me parece Iceta tan
irresponsable como para dejar caer que quizá si el PP sustituyese a Rajoy o se
buscase una persona independiente, la investidura no sería tan difícil. Es una
postura que conciliaría la propuesta de la vieja guardia del partido con los
actuales líderes del mismo, que se encuentran en un callejón sin salida
actualmente, al no querer apostar por un gobierno de izquierdas. No creo que
este globo sonda no contase con la complicidad del aparato del PSOE, por mucho
que hayan salido algunas de las voces más representativas a rechazarla. La
prueba de esto es que ya se han sumado dos voces más: la del Presidente de
Aragón, Javier Lambán, y la del Vicesecretario
de los socialistas valencianos Francesc
Romeu (ambos puro aparato), que ni siquiera piden la sustitución de Rajoy
sino la negociación de las condiciones de la abstención, propuesta a la que
también se ha adherido el ex ministro Miguel
Sebastián. Por su parte, Pedro
Sánchez personaliza el no en Rajoy, lo que supone un cambio sustancial
respecto a lo dicho en campaña: ni Rajoy ni nadie del PP. No solo es Rivera el
de los bandazos y contrastes.
En
el PP también hay contrastes. Desde la intransigencia de su mayoría absoluta han
pasado a una situación en la que parecen que han inventado el diálogo y la
negociación. Nuestro ínclito paisano Rafael
Hernando daba lecciones de una y otra cosa hoy desde el atril de la sala de
prensa del Congreso derrochando amabilidad. Menos Rajoy que mantiene su perfil
plano, las otrora rancias y prepotentes soflamas y críticas se han convertido
en elogios para los nuevos compañeros de viaje, que insinúan que podría verse
truncado si a los de Rajoy les diese por empezar a hablar catalán y/o euskera
en la intimidad.
En
resumen no sé si don Mariano será investido finalmente Presidente o si se
optará por otra persona para formar el próximo Gobierno. De cualquier forma
necesitará la complicidad del PSOE, salvo en el improbable caso de que la
derecha nacionalista cambiase de opinión. Creo que "in extremis" podría
ser una tercera persona del PP o independiente de derechas (tecnócrata), con la
abstención total o parcial del PSOE o con la ausencia de algunos y algunas de
sus congresistas. Los mercados, las oligarquías, el gran capital (como queramos
llamarlo) lo necesitan y lo forzarán. El que manda, manda. Por eso creo que nos
comeremos tranquilos los turrones.
Si
esto al final ocurriese sería el colmo de los contrastes y yo el más grande de
los analistas, aunque lo más probable es que solo sea una entelequia de mis
neuronas, todavía afectadas por los contrastes tan placenteros de la playa y de
la Alcarria que a veces pueden provocan elucubraciones veraniegas que no vienen
nada bien a los que nos da por escribir en alguna ocasión sobre estas cosas. De
los obispos, ni hablamos.